miércoles, 14 de abril de 2010

El Bosque tropical amazónico.

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Cuando se habla de bosques primarios, lo primero que nos viene a la mente es La Amazonia, pues en ella se encuentran las mayores extensiones de bosque virgen que quedan en nuestro planeta. En ella viven más del 20% de las especies animales y vegetales de la Tierra, además de veinte millones de personas, entre ellos tribus indígenas (incluso varios grupos de indígenas no contactados).

A pesar de que es el pulmón verde del planeta y parece indestructible, en realidad la selva amazónica es un ecosistema muy frágil, que vive en un delicado equilibrio. Así por ejemplo, la tierra de la selva no es muy rica de por sí, pero se nutre de la materia orgánica en descomposición: hojas, frutos, animales pequeños… Si se tala el bosque, esa tierra se empobrece rápidamente y a posteriori es muy difícil que vuelva a su estado natural.

Precisamente eso es lo que está pasando actualmente con la tala masiva, realizada para aprovechar la madera y, de paso, instalar grandes explotaciones de agricultura y ganadería extensivas. Ello también implica el desplazamiento de cientos de tribus indígenas, que durante generaciones y generaciones han vivido en la selva y no se adaptan a la vida en ningún otro lugar.

Hay muchos intereses económicos que juegan en contra de la conservación de la selva amazónica: la cría de ganado vacuno para carne de hamburguesa, el cultivo extensivo de soja, de aceite de palma… No somos nosotros en persona quienes estamos acabando con la selva, con sus jaguares y delfines de agua dulce, con sus grandes árboles y brillantes flores, con las formas de vida tradicionales e irrepetibles que alberga… pero tenemos nuestra parte de responsabilidad, pues al fin y al cabo somos los consumidores finales de ciertos productos que provocan toda esa destrucción. Antes de comernos una hamburguesa o beber un vaso de leche de soja, averigüemos de dónde proceden.